Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres. Aunque no existen fórmulas mágicas, sí hay algunas cuestiones clave que tenemos que manejar con soltura. Nunca es pronto para comenzar.
Como todo en la vida, educar a los hijos puede perder su dimensión maravillosa si la hacemos con el piloto automático activado, sin un rumbo claro. Creo que deberíamos aspirar a más. Podemos disfrutar de la relación con nuestros hijos como el milagro que es. Pero no es tan fácil porque las gestiones, las prisas, el cansancio del día a día nos dejan poco margen para disfrutarla plenamente. Y lo peor es que nadie nos ha dado ni siquiera unas directrices básicas de cómo hacerlo.
25 consejos para disfrutar educar a los hijos
- Reflexiona sobre el objetivo que persigues con la educación de tus hijos. La relación que tendrás con ellos dependerá mucho del enfoque que des a su educación. Por ejemplo, es muy distinto educar con el objetivo de que te obedezcan, que hacerlo con el objetivo de que aprendan a desarrollarse con autonomía, respetando las normas de la familia.
- Ama a tus hijos en toda circunstancia. Ámalos en los buenos y en los malos momentos. No pongas ningún tipo de condiciones a tu amor.
- No les pongas etiquetas y tampoco generalices sus malos comportamientos. Cualquier crítica debería centrarse en la acción o comportamiento inadecuado, nunca a su valor como persona. Por ejemplo, tu hijo no ES despistado, pero puede despistarse en ciertas circunstancias o durante un periodo de su vida. Tampoco son ciertas las generalizaciones como ” siempre molestas a tu hermano”, “nunca ordenas tus juguetes”… En vez de ayudarles a mejorar, este tipo de comentarios refuerzan aquellos comportamientos que queremos evitar.
- Establece unas pocas normas claras y coherentes, se constante con ellas. Si estableces demasiadas normas pasarás todo el día diciendo “No”. Si no estableces ninguna norma, será difícil tener una convivencia sana y equilibrada.
- Ten claro que no te pertenecen y anímalos a hacerse independientes. La educación consiste en darles herramientas para llegar a ser personas equilibradas y autónomas.
- Deja que experimenten y tomen sus decisiones. Respeta sus decisiones y fomenta un aprendizaje de sus “errores”. A menudo queremos saltarnos el proceso de aprendizaje, haciéndoles beneficiarse de lo que ya hemos aprendido. Pero cada niño tiene que aprender por su propia experiencia.
- Refuerza sus buenos comportamientos pero sin recurrir sistemáticamente al premio. En general, felicita sus esfuerzos en vez de recompensar los resultados.
- Evita recurrir al castigo para conseguir lo que quieres. Debería ser el último recurso y, obviamente, nunca un castigo físico. Si incumplen algunas de las normas de la familia, se puede establecer alguna consecuencia acorde a su edad. Por ejemplo, si tu hijo ha arrancado las hojas de las plantas de la casa, se le puede pedir que limpie y se encargue de regarlas.
- Ayúdales a que se consideren como parte de la solución, en vez de ser el problema. Si tu hija derrama agua en el suelo, en vez de reaccionar diciendo “Otra vez has tirado agua al suelo. Es que nunca prestas atención”, puedes intentar “Veo que se te ha caído agua al suelo. El trapero esta en el patio”.
- Sea para ellos un ejemplo de lo que les quieres enseñar. De pequeño, los niños aprenden principalmente por imitación. Es muy importante que nos comportemos de manera coherente. Poco sirve pedirles que sean ordenados con sus juguetes si ven que no lo somos con nuestras cosas.
- Acéptalos tal y como son y no proyectes en ellos tus propias expectativas. Creo que no deberías intentar tener un hijo bilingüe porque siempre te ha costado hablar inglés. Lo mismo pasa con los estudios, los deportes, la música…
- No les transmitas tus propios miedos y creencias limitantes. Déjales que experimenten y saquen sus propias conclusiones de la vida.
- Reserva un tiempo cada día para prestarles toda tu atención. Parece sencillo, pero prestar TODA tu atención significa: no pensar en el trabajo, no estar ordenando la casa, no mirar el móvil, no estar pensando en la cena… Es estar en el aquí y ahora con ellos.
- Aprovecha los momentos familiares para hablar y compartir las experiencias del día. Por ejemplo, la cena puede ser un buen momento para establecer un espacio de comunicación. Un juego que funciona muy bien con nuestros hijos para hablar de lo que han hecho durante el día es el de las dos verdades y una mentira. Cada uno cuenta tres cosas que ha hecho durante el día y el resto de la familia trata de adivinar cuál es la mentira. Funciona incluso con niños muy pequeños. (lea también: Retos divertidos para hacer en familia)
- Ayúdales a establecer buenos hábitos. Los pequeños hábitos, pueden llegar a tener un impacto muy grande. Cuanto antes se acostumbren a tener pequeñas rutinas, mejor.
- Usa la escucha empática para conectar con ellos y para ayudarles a encontrar solución a sus problemas. Primero escucha con atención y conecta con sus sentimientos, luego animales a buscar soluciones cuando sea necesario. A menudo es suficiente con escuchar.
- Ayúdales a poner nombre y apellido a sus emociones. Deja que expresen sus sentimientos y pensamientos, aunque no te gusten. Los sentimientos no son el problema pero si las malas conductas. No pasa nada por decir: “Cuando mi hermano coge mi tren siento mucha rabia y me da ganas de pegarle”.
- Disfruta de cada momento y no tengas prisa porque crezcan. Prisa a que el bebé duerma bien, a que ande, a que hable, a que se vista sólo… todo pasa demasiado rápido.
- Asígnales responsabilidades adaptadas a su edad. Por ejemplo: vestirse solo, poner la mesa, ordenar sus juguetes… De esta forma se irán haciendo cada vez más autónomo.
- Adáptate a sus estados de ánimo y pónselos fácil cuando detectas que están cansados, enfadados, tristes… En estos momentos, es mejor ser un poco más flexible y ayudarles para así evitar los conflictos
- Aprovecha las experiencias cotidianas para compartir momentos especiales con ellos. Por ejemplo: preparar la comida, hacer las compras, hacer bricolaje, ordenar, limpiar, cuidar las plantas…
- Cuando estas a punto de enfadarte, tómate un tiempo para respirar y relativizar. Es posible que te des cuentas que el motivo de tu enfado es absurdo e incluso gracioso. Y si finalmente te enfadas, no olvides que eres el adulto. No te pongas a su nivel.
- Pídeles disculpas si te has enfadado más de la cuenta. No pasa nada por decir algo como “Perdona si me he enfadado antes pero estoy cansado hoy y he perdido la paciencia cuando me preguntaste lo mismo cinco veces”. Así les estarás enseñando una forma constructiva de salir de una situación de enfado. Y si consigues hacerlo usando el sentido del humor, mejor que mejor.
- Ayúdales a tener pensamientos positivos y enséñales lo maravilloso que es la vida. Al igual que para los adultos, los niños se sentirán más feliz si recuerdan sistemáticamente las cosas buenas que tienen en la vida. Puedes aprovechar por ejemplo el momento antes de dormir para pedirles que recuerden las tres cosas que más les han gustado del día. Las respuestas suelen ser muy curiosas…
- Ten paciencia, más paciencia y siempre paciencia. No era consciente de la importancia de esta cualidad hasta tener hijos